21 Feb 2010

¿Para qué sirve la naturaleza?

Por ChaTo

La idea de que todo el universo, incluyendo todas las galaxias, estrellas, planetas, ríos, montañas, plantas y animales, ha sido creado para uso y deleite de los seres humanos es una idea tan absurda que no valdría la pena hablar de ella… sino fuera porque también es una idea considerada una verdad absoluta, todavía, por muchas personas.

Las enseñanzas religiosas, empezando por el “creced y multiplicaos” de la tradición judeo-cristiana, no son la única razón. Hay algo en nuestro temperamento de primates que nos predispone a ver el mundo de una cierta manera. Goethe explica que creer que los humanos somos el objetivo final de la existencia del universo es una conclusión esperable: “El hombre está acostumbrado a valorar las cosas en la medida en que le son útiles, y por lo tanto dispuesto por temperamento y situación a considerarse la obra cumbre de la Naturaleza, ¿por qué no debería creer también que representa su propósito final?”

Esto pone a los ecologistas en un aprieto. Por un lado, los intereses humanos no son la única razón por la cual deberíamos defender el medio ambiente. Por otra parte, los intereses humanos a veces parecen ser la única forma de convencer a los demás de preservar la naturaleza.

El dilema de la conservación

En su libro La Arrogancia del Humanismo (Oxford University Press, 1978) el biólogo David Ehrenfeld dedica un capítulo completo a este dilema, exponiendo el contrapunto entre un principio: "la naturaleza tiene un valor en sí", y la práctica: "la naturaleza tiene un valor para el hombre".

Cuando se quiere defender un elemento de la naturaleza que puede ser considerado un recurso económico, como un bosque o un lago, la argumentación es fácil. Una aproximación es enfatizar el valor del recurso en el largo plazo respecto a su depredación inmediata, e insistir en que no tenemos derecho a privar a nuestros descendientes de disfrutar de estos recursos. Pero cuando se trata de un elemento natural que no puede clasificarse de manera tan obvia como un recurso económico, como por ejemplo una especie de sapo, un desierto, una planta, ¿cuál es el argumento económico?

Buscando un valor económico

Una debilidad básica de un sistema de conservación basado completamente en motivos económicos es que la mayoría de los miembros de la comunidad de la tierra no tienen valor económico… cuando una de estas categorías no-económicas se ve amenazada, si resulta que la amamos, inventamos subterfugios para darle importancia económica. (Aldo Leopold, “The Land Ethic”, 1948).

Todos los siguientes son valores antropocéntricos que se utilizan como argumento para convencer de proteger un ecosistema o una especie.

1. Valor recreativo o estético

Queremos que futuras generaciones puedan disfrutar de ver cosas que nosotros podemos ver ahora, como un paisaje o una especie.

Lamentablemente, esto significa que las especies más “bonitas” para el hombre (como focas o grandes canguros) tienen un valor estético más alto que las especies más “feas” para el hombre (como reptiles o arañas).

2. Valor aún no descubierto

Todavía nos queda mucho por descubrir en la naturaleza y por ejemplo no estamos ni siquiera cerca de conocer todas las propiedades de las plantas que nos rodean. Por ejemplo, en 1975 se descubrieron las propiedades del aceite de jojoba (Simmondsia chinensi) que lo han hecho un elemento tan popular hoy en día. Hay literalmente miles de especies de plantas que son utilizadas localmente por algunas comunidades y que todavía no han sido estudiadas detenidamente en términos científicos y farmacológicos.

3. Valor de estabilización para un ecosistema

Los ecosistemas tienen redes de interacciones que son sólo parcialmente conocidas por nosotros. Un ecosistema diverso es en general más robusto que un ecosistema con menos especies. Por ejemplo: cuando se hace mono-cultivo no sólo se destruye la tierra, también aumenta el riesgo de que una sola plaga acabe con todo. También la maleza a veces sirve de abrigo a especies que son enemigos naturales del cultivo principal, por lo cual no es buena idea eliminar completamente todas las plantas que “no nos sirven”.

4. Valor como ejemplo de supervivencia

Distintas especies han evolucionado mecanismos de adaptación diversos que todavía no entendemos. Comprender cómo esas especies han sobrevivido puede ser clave para nuestra propia sobrevivencia si las condiciones de nuestro entorno cambian.

5. Valor como línea base para monitoreo

Un ecosistema intacto puede servir como un sistema de alerta temprana sobre cambios en el medio ambiente, o como punto de comparación para otros ecosistemas alterados. Por ejemplo, los biólogos pueden leer en las poblaciones de algas o invertebrados en una laguna datos sobre cambios sutiles en la composición química de su medio.

6. Valor para la investigación científica

Como una extensión de lo anterior, hay especies que tienen un valor para la investigación científica que excede el valor de su explotación directa. Por ejemplo algunos cefalópodos tienen sistemas nerviosos que proveen de datos invaluables para entender cómo funciona el cerebro de los vertebrados y del ser humano.

7. Valor educacional

El estudio de la naturaleza forma parte del currículum de todos los sistemas educacionales. Directamente permite el estudio de la biología pero también puede ayudar a comprender fenómenos físicos, modelos matemáticos, etc.

8. Valor para reconstrucción de hábitat

Un hábitat sin alterar puede servir como modelo y proveer de piezas de recambio para reconstruir un hábitat destruido. También puede servir para terraformar otros hábitats.

9. Valor de conservación al evitar un cambio irreversible

Si admitimos (¡y no todos lo admiten!) que la intervención de los humanos puede crear cambios irreversibles y tener consecuencias inesperadas y negativas, conservar entornos naturales es una póliza de seguro contra catástrofes producidas por la ignorancia.

El valor económico no es el único valor

Argumentar puramente desde una perspectiva centrada en las necesidades humanas (antropocentrista) puede ser útil en términos de convencer a otros, pero debe ir de la mano de argumentos que no son necesariamente económicos. Primero, porque hay que acabar con la idea de que los humanos son lo único que importa. Segundo, porque si valoramos un ecosistema en X millones de dólares siempre habrá alguien que dirá que su proyecto inmobiliario vale X + 1.

Hay al menos dos razones no-humanas por las cuales la naturaleza tiene valor al margen de cuánto nos sirva a nosotros:

  1. La Naturaleza debe ser conservada porque es la expresión presente de un proceso histórico continuado de inmensa antigüedad y majestad.
  2. La Naturaleza debe ser conservada porque la compartimos con otros seres sintientes que tienen sus propios intereses en disfrutar de ella.

En resumen, no se trata de evitar los motivos antropocéntricos, sino de que hay que estar seguro de que todo el mundo entienda que no son los únicos motivos:

Los valores para la conservación, en términos de recursos, pueden ser usados si son honestos, pero deben ir siempre acompañados de razones no-humanísticas y hay que ser claro en que estas últimas son más importantes en cada caso. Y cuando una comunidad o especie no tenga un valor económico conocido u otro valor para la humanidad, es tan deshonesto como poco sabio resaltar su débil valor como recurso económico, como innecesario abandonar el esfuerzo de conservarlo. Su valor no-humanístico es suficiente para justificar su protección – aunque no necesariamente para asegurar su seguridad en esta cultura mundial obsesionada con los humanos.

David Ehrenfeld: The Arrogance of Humanism, Oxford University Press, 1978.

Otras fuentes: Aldo Leopold: A Sand County Almanac, 1948. Fuente imágenes: Roberto Rizzatto, Bobinson.