27 Abr 2007

De Científicos y Militares: la farsa de la experimentación en animales

Por Fabiola

"Los científicos y los militares no reflexionan sobre su hacer porque reflexionar cambia el hacer… reflexionar es preguntarse qué fundamentos tengo para hacer lo que hago.” (Humberto Maturana). Ha pasado un tiempo ya desde que Maturana expusiera su sorprendente analogía en la cual comparaba a científicos con militares. Lo que Maturana pretendía establecer no es que ambos, científicos y militares, se entrenaban para matar - tal como sucede en tantos bioterios y laboratorios de Chile y el mundo- sino que ambos evitan "reflexionar" en su "hacer". No caiga usted, como persona, como consumidor, como ser humano, en la dinámica del científico y de los militares...

(Por Alejandro Ayala Polanco, Homo Vegetus. Reproducción del artículo aprobada por el autor).

"Reflexionar" implica preguntarse en torno a "los fundamentos que tengo para hacer lo que hago", con lo cual se corre el “peligro” de llevarnos a modificar nuestro hacer.

Muchas veces nos preguntamos el por qué detrás de la negativa de los científicos a todo tipo de cuestionamiento ético en torno a su trabajo. Decimos que son duros de cabeza, que se cierran, que se justifican en su condición de sabios guardianes de conocimientos que no están al alcance de nosotros. La imagen de una plebe ignorante lanzando ataques a unos pocos sabios incomprendidos que se sacrifican por el bien de la humanidad es recurrente.

Lo cierto es que el caso particular de la experimentación en animales es un ámbito de acción en el cual los científicos involucrados -no todos, ya que he comprobado que a pesar de la nula formación ética de las universidades existen científicos con
sentido común- no admiten reflexión. Al parecer han caído a tal nivel en la tentación de la certidumbre que han cegado su conciencia a que tal práctica pudiera ser equivocada, tanto a nivel ético como procedimental. Y lo peor de todo es que mientras esta negación a “reflexionar”, a cuestionarse respecto de los fundamentos para hacerlo no se revierta, su “hacer” no cambiara; es decir, insistirán contumazmente en sus prácticas inhumanas contra otros seres concientes del dolor.

Es que la experimentación en animales es considerada necesaria ya que existe la absurda creencia de que es una buena manera de testear y prever el funcionamiento de los químicos en un ser humano. Una falacia que está muy arraigada. En términos de Thomas Kuhn, es un "paradigma" desde el cual se hace la ciencia. Pero los paradigmas no son la verdad última ni mucho menos objetiva, son, de hecho, un fenómeno social, y por tanto, productos de la subjetividad ¿acaso la humanidad no ha aprendido lo suficiente de casos como aquel en que la tierra mutó desde la "planitud" a la "esferidad"?

Los paradigmas establecen qué es lo que se debe investigar, cómo se debe investigar y qué resultados se deben buscar. En su "Estructura de las Revoluciones Científicas", Kuhn nos señala que los paradigmas establecen quiénes son sabios y quienes no. Es grande por tanto el riesgo de cuestionar la necesidad de investigar en animales, los científicos involucrados lo tienen más que claro. “Reflexionar” puede ser el inicio de la pérdida de prestigio para un científico, ya que si cuestiona el paradigma corre el riesgo de perder su estatus de sabio. Es que se necesita coraje para ser un revolucionario, es mucho más cómodo adaptarse a lo que se ha establecido como correcto. En otras palabras, es mucho mejor dormirse en el cálido regazo del paradigma.

Es así como el paradigma que establece como procedimiento válido de experimentación a las pruebas en animales se ha vuelto un objeto de culto para quienes desean mantener un estatus de sabio en la comunidad científica: "¿qué mejor que incluir en mi tesis algunos resultados de experimentos en animales?" me dirán algunos estudiantes, creyendo que un baño de sangre le subirá el pelo a una investigación que tal vez por su mediocridad y falta de creatividad requiere validarse por una tan aberrante práctica.

A continuación una serie de descubrimientos que tuvieron un real impacto en la calidad de vida de la humanidad: el termómetro, el microscopio, la bacteriología, el estetoscopio, el oftalmoscopio, los rayos X, la auscultación, el microscopio electrónico ¿qué tienen en común todos estos descubrimientos de la ciencia? Pues que para ninguno de ellos se recurrió a la vivisección. En "Trialogues at the Edge of the West", Terence Mckenna y Rupert Sheldrake nos hablan del fenómeno de la circularidad de la investigación científica: sólo se investiga de lo mismo. En estos momentos el paradigma es fortalecer la medicina a base de químicos, la cual jamás está exenta de negativos efectos secundarios. Es curioso buscar una explicación para esto, sobre todo cuando se conoce la medicina natural y sus beneficios, sobre todo cuando se ha vivido toda la vida sin dolores de cabeza habiendo probado jamás una aspirina. Esto hace que nos preguntemos si no habrá un fin cuantificable y atesorable tras todo esto...

Sin duda que la experimentación en animales tiene un vínculo estrecho con variables de mercado. Se la ha utilizado como un sello de calidad ante el consumidor desinformado. Se ha establecido el mito de que si un producto ha demostrado su benignidad al ser probado con éxito en animales, pues lo será también para el ser humano. Esta es la farsa que se nos ha hecho creer. Algunos científicos aún defienden la necesidad de la experimentación en animales por su beneficio para la humanidad. A mi me gustaría que esos científicos le explicaran eso a las madres de los 12.000 niños nacidos con malformaciones luego de la distribución de la Talodamida de Grunenthal, la cual había sido probada durante 3 años en animales y supuestamente no presentaba ningún riesgo para las mujeres embarazadas. Aunque la evidencia en contrario como esta abunda, los científicos siguen aún apegados a su paradigma de crueldad. Sólo consideran la información que corrobora, no la que desmiente sus creencias.

Yo le pregunto también al consumidor: ¿si su hijo se enfermara, lo llevaría al médico o al veterinario? Lo llevaría al médico ¿no es así? Sus razones pueden ser múltiples: porque la fisiología de un animal y de un humano no es la misma, porque los remedios para animales y humanos no son los mismos, porque las enfermedades de animales y humanos no son las mismas, etc. Pues entonces ¿por qué confía en medicamentos que han sido probados en animales? Haga usted la reflexión. No encaje en la analogía de Maturana, usted tiene el derecho y la capacidad para pensar por si mismo. No es necesario ser un animalista anti vivisector para notarlo: la experimentación en animales es una farsa, no se deje engañar.

Fuente imágenes: Uncaged, Stuart Yeate, Moleofproduction.