11
Abr
2006
El "Proyecto Gran Simio"
Por Fabiola
En mayo de 1960 había tenido la suerte de ser el primer ser humano que observó a los chimpancés de cerca en su ambiente natural. No eran las criaturas sucias y neuróticas que había conocido en zoológicos y laboratorios. Viviendo en libertad, estas criaturas, despiertas y animadas, aunque inseguras e indecisas, mostraban interés por todo lo que fuera desacostumbrado o notable: desde una hermosa puesta de sol hasta un trozo de alambre espinoso... Además se engañan los unos a los otros, violan a las hembras, practican una política de poder, matan y se comen ocasionalmente a un congénere, y hacen la guerra a los grupos extraños. Se los ha visto incluso (en una ocasión observada en cautividad) castrar a un jefe tirano... No eran animales, ni tampoco humanos, sino almas misteriosas con piel de animal.La más importante consecuencia de reconocer esta cercanía genética y morfológica será derivar de ella unas ciertas obligaciones éticas con los grandes simios. De ahí que el proyecto exige la consiguiente protección jurídica que salve a los grandes simios de la extinción, el tráfico de especies, la cautividad en circos, zoológicos y laboratorios, etc.
Derechos de los Grandes Simios

- 1. Derecho a la vida
- 2. Derecho a vivir en libertad en su hábitat, y no encerrados en jaulas
- 3. Derecho a que no se experimente con ellos ni se les maltrate
Un atardecer en las colinas de Gombe (Tanzania) ha quedado en lo hondo de mi memoria como semilla de transformación. Buscando un breve respiro a los meses de incesante seguimiento de los chimpancés, me tomé uno de los escasos días libres y trepé por una de las empinadas lomas que ascienden hasta las escarpaduras de la elevada falla que demarca el límite oriental del parque. Estaba sentado en la cresta de una cortadura herbosa y contemplaba la puesta de sol, espectacular y sin embargo común, sobre las plateadas aguas del lago Tanganika, envuelto en una soledad y un silencio maravillosos, cuando pude advertir que dos chimpancés machos adultos trepaban hacia mí por opuestas vertientes. Sólo se vieron uno al otro al coronar la cresta, a escasos metros de donde yo estaba sentado bajo un árbol. Al descubrirse, se irguieron repentinamente y avanzaron en ágil marcha bípeda, a través de la hierba que les llegaba a la cintura, hasta que se detuvieron uno junto al otro, cara a cara. Ambos extendieron la mano derecha para estrechar la del otro y sacudirla vigorosamente mientras jadeaban levemente y se hacían inclinaciones de cabeza. Unos instantes después se sentaron allí cerca, y los tres contemplamos cómo la puesta de sol envolvía el parque. En aquel atardecer singular, pude ver a mi especie dentro de la piel de otra.Más información Proyecto Gran Simio, El País. Fuente fotografías: AP Photo/Schalk van Zuydam, Ecosofia.org
ACTUALIZADO 25 abril 2006
