27 Abr 2006

¿Derechos para los Animales?

Por Fabiola

Me sumo a las preocupaciones de tanta gente española que se encuentra alarmada por la petición de derechos para los animales planteada por el Proyecto Gran Simio, y que esta semana fue presentada como proyecto no de ley al Congreso español por el diputado de Los Verdes Francisco Garrido Peña. La nomenclatura filosófico-jurídica derechos para los animales suena extraña en nuestra institucionalidad y en nuestra cultura. Por ello quiero profundizar en el tema Derechos Animales y Derechos Humanos para que podamos entender que pedir derechos para los animales no es degradante, ni inmoral, ni mucho menos daña la institucionalidad política.

Hace 30 años, con la publicación de su libro "Liberación Animal", Peter Singer comenzó a hablar de ciertos temas nuevos e inquietantes para la sociedad: describe la situación de maltrato y abuso que viven miles de millones de animales, todos los días, en manos de los seres humanos. Para analizar esta situación, Singer señala que la causa principal de este trato cruel es el especismo al que define como

un prejuicio o una actitud parcial favorable a los miembros de nuestra propia especie y en contra de los de otras.

Para algunos filósofos, la actitud especista humana se asienta cuando se niegan ciertos derechos a otras especies, porque los derechos de los seres humanos serían más importantes que los derechos de otras especies. Para arrogarse esta importancia, el hombre esgrime una serie de argumentos que no resisten muchas críticas: "que el hombre es el único ser racional", que "los animales sirven al hombre" por lo que él dispone de ellos libremente, o que "si el hombre no luchara contra los animales, éstos lo habrían destruido hace mucho".

Ilustrativamente, todos los animales son propiedades del ser humano en el derecho positivo occidental, de modo que cualquier cuerpo jurídico define a los animales como bienes muebles. En fin, y como sea, el especismo nace de una discriminación negativa cuya única finalidad es excluir a los animales de la importancia moral y ética por razones utilitarias: los animales nos sirven como comida, como entretenimiento, como terapia, como complementos de moda, como objetos culturales que sustentan tradiciones, etc. De ahí que Singer, junto con Tom Regan (filósofo moral) y Gary Francione (abogado abolicionista) concuerden en que la situación actual de los animales en el mundo deviene de una manera cultural de vivir del hombre, que urge superar. Para ello, Singer establece un criterio de igualdad con los animales: la sentiencia o capacidad de experimentar y responder a estímulos. Dicha sentiencia está definida por la posesión de un sistema nervioso que permita al ser vivo situarse en el mundo, lo que determina para él unos intereses: en estar bien, en evitar el dolor, en disfrutar de su vida de acuerdo a su complejidad y características tanto de especie como individuales.

Algunos alarmistas piensan que la petición de derechos animales involucra la petición de iguales derechos que los seres humanos. Nada más lejos de la realidad, por dos razones fundamentales que se devienen de los conceptos anteriormente expuestos:

  1. Los humanos también somos animales
  2. Pedir derechos para los animales, no implica que en la práctica se les den iguales derechos que a los humanos

1. Los humanos también somos animales

Como se ha demostrado recurrentemente por los científicos, los seres humanos somos animales: estamos emparentados con los primates, sea por herencia genética o similitud en las organizaciones sociales que formamos, por fisiología o psicología, el hombre es otro gran primate: pertenece al reino animal, a la clase de los mamíferos, al orden de los primates, al suborden de los simios, a la clase de los homínidos (que comparte con gorilas, chimpancés, bonobos y orangutanes) y a la especie Homo Sapiens. Si bien esta separación o línea de demarcación es, para algunos autores como Richard Dawkins una línea antojadiza que rehuye la similaridad humano-primate; para otros autores no es determinante en la legitimidad de establecer unos derechos animales.

Para Gary Francione, que el hombre sea o no un animal no es el punto importante, sino que el matiz lo da la esclavización de un animal por otro, perpetuando el status de propiedad que sería la única -y gran- piedra de tope para reconocer derechos a los animales. De modo que, si tanto hombres como animales comparten en mayor o menor grado su animalidad, entonces es totalmente justo establecer unos derechos mínimos o fundamentales para los animales (humanos y no humanos): el derecho a la vida, a vivir en libertad, a no ser torturados. Si los cuerpos legislativos y los grandes referentes que enmarcan nuestra convivencia (como la Declaración de los Derechos Humanos) recogen estos derechos y los garantizan para los animales humanos ¿por qué no habrá de asegurar algunos de ellos también para los animales no humanos?

2. Pedir derechos para los animales, no implica que en la práctica se les den iguales derechos que a los humanos

En clave filosófica, los derechos adjudicables a los animales no deben ser determinados por la positividad de nuestros sistemas jurídicos, sino por una idea anterior a este artificio: la idea de que los animales no son propiedades de los seres humanos, y que por lo tanto gozan de un valor intrínseco en su naturaleza animal. Hablar de derechos animales no implica hablar de "leyes" de protección o bienestar animal (al menos, no implican sólo eso), sino que también reconocer las preconcepciones e ideas que subyacen a nuestra acción: el especismo y la discriminación negativa conllevan la esclavización, la explotación y esquilmación de los animales.

Si fueramos animales tan racionales como nos jactamos, seguro que seríamos capaces de situarnos en el vértice de nuestra animalidad, y la relación que tenemos con la Naturaleza. No es sabio exterminar a voluntad la biodiversidad, la fauna, la flora. No es racional ni lógico aislar la animalidad del hombre para explotar comercialmente a los animales no humanos. Pero claramente, a la vez, somos diferentes de los animales en un punto esencial: nuestra vida ética, nuestra capacidad de superar lo natural -de la naturaleza- que llevamos dentro y elegir para construir una vida moral. Y por esa tensión entre igualdad y diferencia que tenemos con los animales no humanos, debemos establecer derechos para unos y otros: los intereses humanos requieren libertad de religión, de desplazamiento, garantías para la creación artística, para la seguridad social, etc.: diseñemos jurídicamente los mecanismos para asegurar esos derechos que la vida misma nos impone. Es absurdo siquiera pensar en conceder el derecho a voto a los perros, o de libertad de conciencia a los varanos del desierto. Sin embargo, nadie se atrevería a negar su derecho básico a vivir de la mejor manera en que un perro -o un varano del desierto- pueda vivir: sin ataduras, en un espacio suficientemente amplio, rico y estimulante para su especie, en comunidad con otros animales, recibiendo las atenciones necesarias (al menos, los animales domesticados que necesitan de los cuidados humanos para vivir). No es absurdo pedir, para los maltratados -y muy sensibles- primates, la protección de su vida, de su hábitat natural, de su individualidad frente a la tortura o los malos tratos.

Y creo importante también destacar que la tarea no se agota aquí. Diferentes especies de animales sufren día a día en manos de los seres humanos las más innombrables y tenebrosas atrocidades. En virtud de nuestra animalidad y de nuestra visión ética que nos separa de lo animal: ¿por qué no extender nuestra consideración moral, nuestra compasión y compromiso a la lucha por su liberación?.

 


En el contexto noticioso que nos convoca, es absurdo armarse de argumentos incendiarios que no logran dar con la lógica y la racionalidad necesaria para abrirse a un tema totalmente nuevo, que por lo mismo, debemos tratar de atender y de entender, para luego matizarlo con las propias ideas y creencias. Es tan cansina la dinámica vertiginosa del hablar sin querer escuchar que, dadas las actuales condiciones, será muy dificil lograr un mínimo consenso respecto al tema. Sin duda, el discurrir temático de los derechos animales recién comienza, y como todo tema visionario, aún le queda mucho camino por recorrer. E independientemente al partido político de turno que haya presentado y apoyado la moción, creo que hay que tener la suficiente amplitud de miras como para entender los alcances revolucionarios que esta propuesta pone como desafío a nuestra sociedad.

 

Si te interesa el tema, puedes ver el sitio web de Tom Regan, y el sitio web de Gary Francione (ambos en inglés).

Fuentes: Editorial V-Lex, Animanaturalis, Blog del diputado Francisco Garrido P., Ecosofia. Fuente imagen: Ecosofia.org.