"Hijo de perra"
Por Fabiola
"Hijo de perra", "eres un gorila", "perro sarnoso", "¡bestia!", "¡pavo!", "es un animal", "¡qué mula!", "¡los tratan como animales!", "es un gallina" ... y un largo etcétera. Ocupamos todos estos apelativos cuando el propósito del mensaje es degradar, ofender o denigrar a otra persona. De hecho, en algunas épocas de la historia ha sido frecuente simbolizar al enemigo o al "mal" a través de figuras animales: los bolcheviques eran un monumental gorila negro sediento de sangre para los fascistas alemanes. Curiosamente a la vez, los alemanes eran el mismo gorila para los yanquis, como pueden apreciar en este afiche de la I Guerra Mundial.
Raymond Corbey, antropólogo y filósofo, llama a este fenómeno dispositivo de distanciamiento, práctica que culturalmente sería muy arraigada en los humanos para diferenciarnos y separarnos de la naturaleza y de los animales. Pero además, es una práctica que oculta, disfraza y trasviste el maltrato que, por hábito, nos conviene darles a las bestias.
Una de estas variantes, la ocultación activa disocia los animales vivos de los alimentos en los que se convierten, de modo que llamamos "panita" al hígado, "trutro" a la pierna y "criadillas" a los testículos de un animal. También podemos ver el mismo tipo de eufemismo en la publicidad en que los pollitos de Super Pollo cantan felices al lado de la mazorca de maíz, o al cerdo que con un gorro y delantal de cocinero prepara un rico plato a base de ... ¡chanchito!.
Lo que quiero decir es: ¡atención a las señales!. El lenguaje construye las realidades que vivimos a diario, y estas frases también aportan a que muchos vean a los animales como algo totalmente distinto a los humanos (como si nosotros no fuéramos animales), como un algo con lo que podemos hacer lo que se nos antoje: maltratarlos, encerrarlos, comerlos, experimentar con ellos, cazarlos, etc.
Fuentes imágenes: Biblioteca Palo Alto College, Carteles de la Guerra Civil Española.