Educación ambiental: un compromiso a obtener
Por FabiolaColaboración enviada por Carlos Micilio.
El problema de la falta de hábitos y consideración hacia la naturaleza y el medio ambiente es un problema instructivo, cultural y educativo. Según la relación de causalidad entre falta de educación y un comportamiento inadecuado ¿Es necesario sancionar o controlar a las comunidades para que hagan lo que corresponde? Pareciera que si, pero tampoco es suficiente para lograr un verdadero equilibrio en la convivencia humano-ambiente.
La responsabilidad colectiva en los problemas medio ambientales podemos ejemplificarla con el ejercicio llamado "la teoría de las ventanas rotas”:
En 1969, en la Universidad de Stanford (EEUU), se realizó un experimento de psicología social. Como prueba de campo, se dejaron dos autos abandonados en la calle. Dos autos idénticos, la misma marca, modelo y hasta color. Uno se lo dejó en el Bronx, por entonces una zona pobre y conflictiva de Nueva York y el otro en una zona rica y tranquila de California. Dos autos idénticos abandonados, dos barrios con poblaciones muy diferentes y un equipo de especialistas en psicología social estudiando las conductas de la gente en cada sitio. Resultó que el auto abandonado en el Bronx comenzó a ser desvalijado en pocas horas. Fue despojado de las llantas, el motor, los espejos, el radio, etc. Todo lo aprovechable se lo llevaron, y lo que no, lo destruyeron. En cambio el auto abandonado en California, se mantuvo intacto.
Es común atribuir a la pobreza las causas del delito, atribución en la que coinciden las posiciones ideológicas más conservadoras, (de derecha y de izquierda). Sin embargo, el experimento en cuestión no finalizó ahí: cuando el auto abandonado en el Bronx ya estaba deshecho y el de California llevaba una semana impecable, los investigadores rompieron un vidrio de éste automóvil. El resultado fue que se desató el mismo proceso que en el Bronx, y el robo, la violencia y el vandalismo redujeron el vehículo al mismo estado que el del barrio pobre. ¿Por qué el vidrio roto en el auto abandonado en un vecindario supuestamente seguro, es capaz de disparar todo un proceso delictivo?
No se trata de pobreza. Evidentemente es algo que tiene que ver con la psicología humana y con las relaciones sociales. Un vidrio roto en un auto abandonado transmite una idea de deterioro, de desinterés, de despreocupación que va rompiendo códigos de convivencia, como de ausencia de ley, de normas, de reglas, como que vale todo (una ciudad sucia también da la imagen de abandono, sea de parte de la propia gente o de las autoridades pertinentes). Si se rompe un vidrio de una ventana de un edificio y nadie lo repara, pronto estarán rotos todos los demás. Si una comunidad exhibe signos de deterioro y esto parece no importarle a nadie, entonces “allí” se generará el delito.
Si se cometen “pequeñas faltas” y las mismas no son sancionadas, entonces comenzarán faltas mayores y luego delitos cada vez más graves. Un vertedero a cielo abierto (o una esquina utilizada como basurero público) es un fiel reflejo de lo que estoy expresando. Se empieza por unas pocas bolsas de residuos, después, si todos los hacen ¿porqué yo no?
Se debe tratar de formar comunidades limpias, ordenadas, respetuosas de la ley y de los códigos básicos de la convivencia social humana. La educación ambiental, no solo implica una reconciliación de la sociedad con la naturaleza, es, sobre todo, un modo de ser, un modo de aprender a aprender, o del deber ser. Sobre esta base, resulta ineludible establecer como objetivo de diferenciación con la educación urbano-ambiental.
Si bien en las aulas se define la educación ambiental como todo lo relacionado al cuidado ambiental, se menosprecia la problemática urbana en toda su magnitud, ya que se prioriza la ecología a partir del espacio verde, en circunstancias que las acciones diarias del ser humano contaminan y manipulan mucho más que las áreas verdes.
Sobre lo expuesto, podemos precisar que la educación urbano-ambiental es "la toma de conciencia y sensibilidad hacia el medio ambiente y sus problemas urbanos".
Veamos otro ejemplo: si una persona está consumiendo una bebida en un transporte urbano y arroja la botella por la ventanilla del mismo, ¿cuántos actores configuran esta escena?: los testigos en el transporte y en la acera, el chofer, el propio involucrado. Bien ¿quién tiene la culpa? La ventanilla que estaba abierta.
Esta reflexión no es otra que una realidad que se vive en lugares marginados, que hacen también a una cultura, a un país, y que debemos ocuparnos y preocuparnos por ella.
Nadie se hace cargo o se responsabiliza en los actos cotidianos. Es más fácil no mirar, ser más de lo mismo, o quejarse sin reparar que nuestra omisión termina en complicidad en desmedro de nuestro hábitat.
Los tiempos actuales nos demandan que tomemos decididamente el camino de una sociedad destinada a satisfacer las necesidades formativas para encarar los problemas a resolver en el futuro. Pero quiénes: los ciudadanos, los políticos, la comunidad completa, para hacer valer nuestros derechos colectivos o legales.
Las responsabilidades ambientales no son sólo del funcionario de gobierno, sino que atañen también al empresario, al político, al ciudadano, y por esta razón es muy importante que nuestro comportamiento no deba solamente ser un modelo de proceder, sino cumplir un rol facilitador en la denuncia y la comprensión de los problemas urbanos.
Recapacitemos en nuestro proceder desde mañana mismo, haciendo reales responsables a quienes lo son, pero parados desde nuestro ejemplo en primera instancia, teniendo como objetivo a la educación ambiental: ese compromiso a obtener.
Enviado por: Carlos Micilio, de Argentina.
Fuente imágenes: Shoes on Wires, Frederic de la Faille.