Hofstadter: la inteligencia y la conciencia son fenómenos graduales
Por ChaToHay varias reacciones típicas y repetidas cuando uno dice que es vegetariano. Una de ellas es: "¿y tú no crees que las lechugas sufren también cuando las arrancan o te las comes?", siempre dicha con un aire de "mira que ocurrencia más original he tenido, ¡qué inteligente que soy!". Es difícil responder a un comentario así, porque casi siempre aparece en un entorno trivial en que una discusión acabada está fuera de lugar. Lo único que queda en una situación así es responder con un slogan muy breve pero ¿cuál?
Aún no tengo la respuesta, pero al menos he encontrado una exposición muy clara de la pregunta, en los primeros capítulos de "I am a strange loop" ("Yo soy un Bucle Extraño").
El libro es de Douglas Hofstadter, que es un investigador que se ha dedicado por más de 30 años a estudiar la conciencia y la inteligencia. Fue ganador del premio Pulitzer por un libro sobre el mismo tema en el que estudió los fenómenos recursivos en la música de Bach, los dibujos de Escher, y los teoremas de Gödel.
Hofstadter tiene una visión estrictamente naturalista del tema de la inteligencia y la conciencia, en el sentido de que los considera fenómenos naturales, no asuntos sobre-naturales. No hay necesidad de postular un ingrediente misterioso que se mete dentro de algunos animales pero no dentro de otros, sino que la inteligencia y la conciencia son fenómenos graduales, que emergen en distinta magnitud en distintos sistemas, dependiendo de la complejidad de los mismos.
En su libro desarrolla entre otras cosas el tema de las implicancias éticas de la gradualidad de la conciencia:
"Todos los seres humanos ... deben decidir respecto a asuntos como aplastar mosquitos o moscas, poner trampas para ratones, comer conejos o langosta o pavo o cerdo, quizás incluso perros o caballos, comprar abrigos de piel o estatuas de marfil, usar maletas de cuero o cinturones de cocodrilo, o incluso atacar con penicilina a enjambres de bacterias que hayan invadido su cuerpo, y así sucesivamente. El mundo impone dilemas morales pequeños y grandes en todos nosotros todo el tiempo -o al menos, en cada comida- y estamos obligados a tomar una decisión ..."
¿Se merece la vida una trucha que ha mordido la carnada, o simplemente hay que golpearla en la cabeza para "sacarla de su miseria" y disfrutar del sabor de sus músculos blancos? ¿Tienen los mosquitos, saltamontes o incluso las bacterias una pequeña "luz encendida" dentro, sin importar qué tan tenue sea, o está totalmente oscuro "allá dentro"? ... ¿Por qué no como perros? ¿Quién era el cerdo cuyo jamón estoy comiendo de desayuno? ¿Quién era el tomate que estoy masticando? ¿Debería cortar el roble que hay en el jardín? ¿Debería arrancar la maleza de alrededor? ¿Tienen las malezas derecho a crecer?"
¿Por qué aparecen todas estas preguntas?. El humano está forzado a tomar una decisión sobre qué vidas pueden ser terminadas y qué vidas deben ser preservadas, precisamente porque tiene el poder frente a otros animales. Dado este poder sobre la vida y la muerte de otros seres, la pregunta de cómo ejercer ese poder es importantísima, e inevitable. Otros animales no tienen tanto poder, ni tanta inteligencia, y no parecen plantearse estas preguntas:
"Los leones acechan, golpean, destrozan y devoran jirafas y cebras mientras estas aún están pateando, y lo hacen sin la menor misericordia o piedad, lo que sugiere una completa falta de compasión, y aún así parece que se preocupan mucho de sus cachorros, los acarician y los nutren, los protegen y los educan ... En este sentido, los leones pueden internalizar ciertos aspectos limitados de la interioridad de al menos algunas otras criaturas (especialmente de unos pocos leones, particularmente los de su propia familia), incluso si pueden permanecer totalmente indiferentes frente a la mayoría de las demás criaturas (una calidad que suena depresivamente similar a la de la mayoría de los humanos)".
Yo me atrevería a decir que la mayoría de las personas, algunas a un nivel explícito y formal, otras o a un nivel intuitivo, adhieren a la idea de que hay una gradualidad en el reino de las cosas vivas. Entre nosotros y los corderos no hay un abismo. Hay una pendiente. Y en esa pendiente uno puede escoger donde pone la línea entre aquéllos que está bien matar, y aquéllos que no está bien matar.
Hay varios criterios para poner esa línea. Un criterio es el sensocentrismo: respetar a los seres que sienten, porque lo importante no es evitar el dolor de los que pueden razonar, sino evitar el dolor de los que pueden sentir dolor. Otro criterio es elegir una cierta rama, como Craniata (craneados), Vertebrata (vertebrados) o Mammalia (mamíferos), en nuestro provisorio y parcial entendimiento del árbol de la vida . Otro criterio es el des-criterio: no pensar, y comer lo que nos dijeron de niños que estaba bien comer, sin preguntarnos si nos parece bien o mal.
Como anécdota, Hofstadter también ilustra en su libro su propio camino al vegetarianismo. Temprano en su juventud, le tocó escoger animales para experimentos científicos pero no pudo hacerlo y más tarde se decidió por comenzar a ser vegetariano despues de leer el cuento Pig (Cerdo) de Roald Dahl, una historia sobre una visita a una granja de cerdos. Por consideraciones prácticas y de otra índole, a partir de los 30 años dejó de comer mamíferos pero siguió comiendo pollo y pescado ocasionalmente. Pero alrededor de los 50, él y sus hijos llegaron independientemente a la conclusión de que tanto aves como peces también podían ser excluídas de la dieta, convirtiéndose en vegetariano. Ése es el punto en que el que se ha mantenido desde entonces.
Fuentes: Pig @ Maxhattler.com (en inglés), Yo soy un extraño bucle (2007). Fotos: Stanford News, Law Keven @ Flickr (CC), Onnoth @ Flickr (CC).