De madres y recién nacidos: todos somos iguales
Por FabiolaA raíz del baby boom que me rodea hace ya bastante tiempo, quiero integrarlos en un ejercicio de pensamiento -que es precisamente, en lo que siempre pienso cuando me llega la noticia de algún feliz parto... Pensar en todas las madres que dan a luz y alimentan a sus pequeños hijitos lactantes. Ese acto tan íntimo, tan lleno de vida, una entrega total de nutrición, de amor, ese lazo invisible que une inexorablemente a una madre con su hijo es un privilegio que no muchas madres pueden vivir. Pienso en la vaca recién parida a la que arrebatan su ternerito de días para transformarle en "carne de ternera" y vender la leche -que es por naturaleza de ese frágil ternerito recién nacido- para consumo del ser humano. Pienso también en el cerdito lactante que le arrebatan a su madre para ser transformado en una pieza de carne de "lechón" o "lechal" (nombre que precisamente deriva de que es un crío en etapa de amamantamiento). Pienso en los gatitos o perros de una camada no deseada, destetados tempranamente para ser abandonados (o ahogados, o muertos, o tirados a la basura). Pienso en el pequeño neonato de la oveja karakul, degollado para obtener el preciado "astracán" de su piel o en la cría de gorila arrebatada de los brazos de su madre que murió con una bala en la frente... y mientras más ejemplos pienso, la espiral de muerte, violencia y especismo es cada vez más nauseabunda.
Una mecánica realmente retorcida existe detrás de todo este tinglado de la explotación animal. Cito uno de los fragmentos quizás más dolorosos que al respecto he leído en mi vida:
"El matarife dice que es patético ver cómo un desorientado ternero, recién arrancado del lado de su madre, chupa los dedos del matarife esperando encontrar leche y se encuentra con el agrio jugo de la crueldad humana (...)" (Charles Patterson: ¿Por qué maltratamos tanto a los animales?)
Y a propósito del parto:
"Posiblemente no hay animal más "derrumbado" y vulnerable que una hembra que esté pariendo. Sue Coe presenció un nacimiento en la planta empacadora de Dallas Crown Packing de Texas, donde se sacrifican 1.500 caballos cada día para el mercado europeo. Coe observó una yegua blanca que sufría frente a la entrada de un corral. Así describe lo que vió: 'Hay dos operarios con látigos que, mientras está pariendo, la azotan para que termine antes y puedan mandarla al degüelle. El potrillo se arroja a un contenedor. El capataz, tocado con su sombrero de cowboy, lo observa desde la pasarela superior". (Sue Coe, Dead Meat; en Charles Patterson: ¿Por qué maltratamos tanto a los animales?)
Hay que pensar también en los pollos que a diario se consumen tan alegremente, pues no son más que bebés de gallina (de 45 días de edad) engordados hasta el extremo.
Pero hay algo peor aún, más rancio y maloliente que la industria de la explotación animal: la ceguera y la resistencia de las personas por no ver la realidad, por no considerar -en este caso particular- la monstruosidad de arrebatar un crío a su madre para venderlo, carnearlo, trocearlo y seguir tan tranquilamente por la vida. Peor cuando se trata de una madre, una mujer que vive la misma situación de la madre vaca-cerda-gallina-oveja-yegua: criando, nutriendo y formando a un pequeño ser de la misma especie. Y la falta de empatía y consideración del otro nos hace seguir perpetuando un círculo de violencia y muerte, en vez de alimentar un círculo de vida y respeto por la vida de otros seres vivos. Esta es una invitación a sacarse la venda de los ojos, y actuar para construir un mundo más justo para todos los animales. ¡Adelante!