Ver la paja en el ojo ajeno
Por ChaToEn Ecosofía dos de los artículos que reciben más comentarios son los que hablan del maltrato animal en China. Uno es sobre las granjas de bilis, donde se extrae bilis de oso, que luego es vendida a precio de oro por curanderos charlatanes, siendo esta última una profesión antigua y tradicional en todo el mundo, no sólo en China.
El otro artículo que provoca la justificada ira de todos es acerca de los perros y gatos como comida o como fuente de piel, cuestión que hiere mucho la sensibilidad occidental. Por alguna razón, los perros y los gatos, más los delfines, focas, manatíes y osos panda, entre otros pocos elegidos, merecen un respeto especial mientras que enjaular, despellejar y carnear a otros animales es simplemente parte del orden natural de las cosas.
La mayoría de los comentarios en estos artículos son muy virulentos, y los chinos (todos los 1.300.000.000) son llamados sádicos, crueles, codiciosos, inhumanos, y se merecen terremotos, hambruna y pestes; estoy citando textual. Lo mismo pasa cuando se habla de la caza de focas en Canadá, cuyos 33.000.000 de habitantes son lacras monstruosas que deberían ser, obviamente, cazados y despellejados vivos. Claro que son asuntos que provocan rabia, pena, y frustración, y la indignación es justificada, es para muchos casi un deber.
Pero hay una enorme lista de casos de abuso contra los animales no-humanos y la naturaleza en todo el mundo. La cría y alimentación forzada para hacer foie gras en Francia. Las peleas de perros en México y otros países de latinoamérica. El toreo en España, Francia, Portugal y otros países. El rodeo en Chile. La caza de ballenas promovida por Japón, Noruega y otros países. La captura de mandriles como delicatessen en Guinea Ecuatorial. La caza de gorilas en varios países de África central como Ruanda, Uganda, y el Congo. La matanza de elefantes por marfil en Zimbabue, Namibia y Botsuana entre otros. El abandono de las mascotas durante los rescates del Katrina en Estados Unidos y del volcán Chaitén en Chile, entre muchos otros casos. La persecución y “confiscación” de las mascotas en Irán. La caza de zorros en Inglaterra. El mulesing de ovejas en Australia. Las peleas de gallos en Puerto Rico. Y un largo etcétera.
Y así y todo, estos casos flagrantes de abuso contra los animales son absolutamente insignificantes en cuanto al número de animales afectados, al lado de la muerte de miles de millones de animales, incluyendo mamíferos grandes y desarrollados como vacas y cerdos, para comer su carne. En Estados Unidos se comen 44 kilos de carne por persona al año, un segundo lugar frente a Argentina donde se comen 65 kilos por persona, 31 kilos de carne en Canadá, 18 kilos en la Unión Europea. La producción de cada kilo de carne requiere en promedio unos 100 kilos de pasto y 4 kilos de grano, o sea unos 100.000 litros de agua, en tiempos en que el agua para beber no es ni gratis ni infinita. Y eso solamente carne de vaca, hay que sumar todavía (por año y asumiendo que un pollo broiler pesa 2 kilos a los 41 días de nacer y su rendimiento en carne es del 50%) 50 pollos al año a cada estadounidense, 18 pollos a cada alemán, 26 a cada sudafricano, 34 a cada taiwanés, 26 a cada francés. Y no estamos contando cerdos, pavos, conejos, patos, atunes, jureles, merluza y cuanto sea que se mueva y sea más débil que nosotros.
Frente a esto, frente a todo esto, tenemos dos alternativas. Una es nivelar hacia abajo, decidir que dado que nadie puede tirar la primera piedra, tenemos que callar. Y así podemos pasarnos años haciéndonos callar mutuamente, como cuando los niños se apuntan con el dedo diciendo que el otro fue el que empezó. Otra es nivelar hacia arriba, y decidir que dado que todos juntos la hicimos, todos juntos la tenemos que deshacer.
Fuentes: World Watch, Humane Society, Sports Illustrated, CSIRO, Food Market Exchange. Fotos: Tgraham, Kaptain Kobold, Roberto Rizzatto.